Hacer zazen en México puede ser una condición de privilegio en muchos sentidos. Podemos verle desde el lado de la moda, la pose, la banalidad o desde el principio de los exclusivos o exquisitos; en realidad uno puede perderse en esas ideas medio egoístas y envidiosas de descalificar a los otros porque no tienen un Maestro que los guíe. También en pedir el derecho de antigüedad en eso de ser los primeros que han hecho zazen en México; eso no debe discutirse. Lo que importa ahora es saber qué es lo que se está haciendo por los otros y por uno mismo. ¿Somos en realidad mejores personas que las que no hacen zazen o somos lo mismo, incluso peor, porque nos consideramos iluminados? En México hacer zazen es hacerlo con el conocimiento de nuestro pasado inmediato, de los valores ancestrales de una cultura que tiene algunos principios para compartir con la humanidad. En el zendo uno puede ver otra parte de una naturaleza que hemos mantenido alejada, y que nos enseña un principio antropocéntrico que nos deja ver otra parte de nuestra vida, ese mundo de competencia donde nada nos satisface, donde nada nos llena el vacío interior.
Genshin.

Hacer zazen y vivir, dos cosas que se pueden hacer sin queja.
(Fragmento extraído de Órganos, emociones y vida cotidiana. Sergio López Ramos. Ed. Los reyes. 2006.)